“De la celebración a la cárcel en Nicaragua”

Brenkiria
Brenkiria
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El día que Sheynnis Palacios fue coronada como Miss Universo, Jared Ramírez, emocionado por el triunfo de la primera nicaragüense en obtener este título, decidió salir a las calles con una bandera de Nicaragua. Lo que comenzó como una celebración terminó en una pesadilla cuando, sin imaginarlo, fue arrestado y encarcelado durante más de nueve meses. Según el portal BBC News.

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La noche en que fue arrestado, Ramírez había salido a celebrar el cumpleaños de su hijo y, al enterarse del triunfo de Palacios, tomó una bandera que había guardado desde 2018, año en que participó en protestas contra el gobierno. Aunque Nicaragua prohibió las manifestaciones en 2018, muchos ciudadanos salieron a celebrar el título de Miss Universo en noviembre, lo que resultó en varias detenciones, incluyendo la de Ramírez.

Ramírez, de 35 años, explica que su intención nunca fue hacer una protesta política. Sin embargo, la bandera que llevaba tenía el escudo invertido y la frase “No más dictadura”, lo que el gobierno de Daniel Ortega interpretó como un acto de subversión. Fue detenido y acusado de “robo agravado y portación ilegal de armas”.

El 5 de septiembre, Jared fue liberado junto con 134 prisioneros más gracias a un acuerdo humanitario entre Nicaragua, Guatemala y Estados Unidos. Sin embargo, días después, la Corte Suprema de Nicaragua anunció que estos excarcelados perderían su nacionalidad y que sus bienes serían confiscados, acusándolos de haber promovido “la violencia, el odio y el terrorismo”.

En prisión, Jared sufrió maltratos físicos y psicológicos. Asegura que lo amenazaron de muerte, lo golpearon y lo sometieron a condiciones inhumanas. Tenía acceso limitado a visitas y a salir al patio, mientras enfrentaba un calor insoportable en las celdas. Sin embargo, su mayor dolor fue haber dejado su patria y su familia.

A pesar de todo, Ramírez tiene la esperanza de poder reunirse con su familia y comenzar de nuevo. Mientras tanto, en Guatemala, los excarcelados esperan oportunidades para reconstruir sus vidas en otros países, incluidos Estados Unidos. Ramírez confía en que algún día podrá regresar a Nicaragua, libre de miedo y junto a las personas que dejó atrás.

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