Michaela Mabinty DePrince, reconocida por su destacada trayectoria en el mundo del ballet, falleció a los 29 años, según anunció un portavoz en su página oficial de Instagram el pasado viernes. La bailarina, que había sido una fuente de inspiración para muchos, tuvo un recorrido extraordinario, desde su infancia como huérfana en Sierra Leona, hasta convertirse en una figura influyente del ballet internacional.
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En un comunicado, su familia describió a Michaela como una “inspiración inolvidable para todos los que la conocieron o escucharon su historia”. La causa de su muerte, ocurrida de manera “repentina”, no ha sido revelada.
Poco después de su fallecimiento, se informó que su madre adoptiva, Elaine DePrince, también falleció, solo unas horas más tarde, durante un procedimiento médico. La familia, en un comunicado en el Facebook de Elaine, comentó que las dos muertes no están relacionadas, pero que encuentran consuelo en el hecho de que Elaine no tuvo que enfrentar el dolor de perder a su hija.
De orfanato en Sierra Leona a los escenarios del mundo
Nacida en 1995 en Kenema, Sierra Leona, DePrince enfrentó una infancia marcada por la guerra civil. Huérfana a los tres años, fue enviada a un orfanato donde la numeraron como “niña 27”, el menos favorecido de los niños, debido a su vitíligo, una condición de la piel que las cuidadoras del orfanato consideraban una “maldición”.
Adoptada a los cuatro años por una pareja estadounidense, Michaela se trasladó a Nueva Jersey, donde comenzó a alimentar su pasión por el ballet, inspirada por una revista que había encontrado en Sierra Leona, con una imagen de una bailarina que le dio esperanza.
Un legado en el ballet y más allá
Tras su formación en danza, Michaela se convirtió en la bailarina principal más joven del Dance Theatre of Harlem y alcanzó reconocimiento internacional. Fue invitada a participar en el videoclip “Lemonade” de Beyoncé y se unió al prestigioso Boston Ballet en 2021. Su carrera estuvo marcada por la lucha por la inclusión de bailarines negros en el ballet, una causa a la que dedicó gran parte de su vida.
Su fallecimiento ha desatado una ola de homenajes, entre ellos el de Misty Copeland, una de las bailarinas más destacadas de la actualidad, quien destacó la perseverancia de DePrince pese a los desafíos raciales: “A pesar de que le dijeron que el mundo no estaba preparado para bailarinas negras, ella se mantuvo firme y triunfó”.
Michaela DePrince deja un legado imborrable en el mundo de la danza y el activismo, como una figura que, con fuerza y resiliencia, rompió barreras y tocó corazones.
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